Buzón de Alcance 161

N U E S T R A O P I N I Ó N A LGUIEN puede que se sienta orgulloso o conten- to. El pacto no ha dado sus frutos. Está claro que no hubo unanimidad, ni siquiera mayoría que compartiera sus postulados, por lo que quienes así pen- saban se deben de sentir contentos. Ha prosperado su deseo. Sin embargo somos muchos, muchísimos los que pen- samos que la educación en España no va bien. Es más, va mal. Los indicadores internacionales así nos lo indi- can. Un 30% de abandono escolar, al margen de otros indicadores, habla por sí solo. Así no se puede seguir. Si el transcurrir de los años se define como avance, pro- greso, mejora, adelanto, etc., en la educación en España sucede lo contrario. 1990 supone, en términos genera- les, un retroceso en nuestro sistema educativo. La LOGSE marcó un punto de regresión. Nadie pone en duda algún aspecto positivo, como la extensión de la escolaridad hasta los 16 años. Pero fueron un auténtico fracaso la mal entendida equidad y el falso igualitarismo con los que impregnó al sistema educativo. Cierto que tras una decena de años de constatación de la nefasta realidad, había que haber buscado el consen- so en torno a la casi non nata LOCE. No se hizo por razo- nes políticas, ya que a mi entender, sin ser la panacea, quizás por temor político también, aquella ley mejora- ba el sistema educativo español. Por desgracia en España está mal visto, políticamente, que un partido de oposición con futuras opciones de gobernar apoye Pacto Educativo: crónica de un fracasado intento una iniciativa del gobierno de turno. Se utilizó, ésa es mi opinión, a la educación como arma política arroja- diza. Eso fue lo grave. En 2006 se deroga fulmi- nantemente la Ley de Calidad. Se recogen algunos aspectos positivos de ella, como los Programas de Calificación Profesional, retrasándolos un año, y se la vuelve a impregnar del espíritu igualitarista y compren- sivo de la LOGSE. De aquellos polvos quizás vengan estos lodos; la histo- ria se repite pero al revés. Los valientes y plausibles intentos del ministro Gabilondo por mejorar el sistema educativo chocan una vez más con la realidad política y social española. Para unos, sus postulados se desvían demasiado de sus tesis, y para otros, los que aspiran a gobernar, no llegan a sus premisas. Otra vez la educación utilizada como arma política arrojadiza. Para mí, en la línea de lo que ha manifestado ANPE, una ocasión perdida para mejorar la educación española y perfeccionar la situación profesional de los docentes. Cierto que lo allí recogido no culminaba mis aspiracio- nes, pero era un avance, un paso hacia delante, y eso es importante. Me hubiera gustado que se garantizase una vertebración y cohesión del sistema educativo español, y una garantía de poder estudiar en castellano en toda España. Lo manifiesta una víctima de esa manera tan injusta de proceder, ya en los comienzos de los ochen- ta, cursando una licenciatura con varias asignaturas sin poder elegir idioma, luchando casi en solitario por esta- blecer la libertad de elección. Ahora, treinta años des- pués, sinceramente me considero escéptico de que esto se pueda lograr. Son demasiados los momentos dejados pasar. Desde mi humilde punto de vista, coincidente con el de Luis María Ansón ( El Mundo, 9 de mayo de 2010), Partido Socialista y Partido Popular, en representación del 80% de la población española, tienen la imperiosa y urgen- te necesidad de considerar a la educación como sector esencial y prioritario, de alejarlo del mundanal “ruido político”, de llegar a un consenso y hacerlo extensible al resto de opciones, y de dotarla de la calidad necesa- ria para paliar el fracaso escolar, que es el fracaso social de nuestra juventud. 2

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