Buzon de Alcance 215

C UENTAN los científicos que hay un tipo de tortuga africana que cruza todo el Océano Atlántico solo para desovar en América del Sur. Ante tan ingente y enor- me viaje, los estudiosos han llegado a la conclusión de que el motivo del mismo no es otro que la costumbre. Las tortugas comenzaron a hacerlo cuando América y África estaban solo separadas por un río, de modo que desovaban en la orilla de enfrente. Pero luego, los continentes se fueron distanciando a una velocidad imperceptible para las tortugas, de modo que cada generación nadaba un poco más lejos que la ante- rior. Cien millones de años más tarde el río era ya un océano, pero las tortugas no se habían percatado de ello. Así estamos educando hoy, como esas tortugas que viajan por inercia, incapaces de detenerse a reflexionar el propósito de su viaje, o si hubiera una forma de hacerlo mejor o más llevadero. Ese viajar instintivo hace que el mundo animal ca- rezca de algo que los seres humanos tenemos como nuestra mejor herencia: la Historia, que nos enseña lo que hemos hecho, lo que hemos sido, y con ello de cuanto debemos desprendernos, de cuanto debemos cambiar para no come- ter los mismos errores. Pero los seres humanos, aún siendo poseedores de nuestra historia, aún siendo inevitablemente libres, también nos sentimos inclinados a desplazarnos por nuestras vidas protegidos por la dulce Inercia, que tiene el poder de ofrecernos un camino ya trazado para nuestros ac- tos. El instinto tiene algo de mecánico, que implica carencia de razonamiento o de interrogante. ¿Somos acaso nosotros, tortugas? ¿Somos incapaces de ver las aberraciones educa- tivas que estamos cometiendo con nuestros pequeños? Sin duda, algo sospechamos, pero en lugar de ir a la raíz, vamos siempre a intentar poner tiritas a lo que damos por hecho que estamos haciendo mal. Educamos a favor de la corriente, lo que hace todo el mundo, sin pensar si nos gusta el resultado o no. Si te encuentras dándole a tu hijo el desayuno con una paji- ta, mientras ve Bob Esponja, a la vez que le peinas, le pones las zapatillas y le abrochas el babi del colegio, es que te has convertido en una tortuga y tienes que parar. Si tu hijo no sabe ni lo que lleva en la mochila, si dice en el colegio que su madre se ha olvidado de meterle el libro de lengua en la mochila, o vives pendiente del grupo de Whats App de padres de la clase, por si a tu niño se le ha pasado algo en el cole, eres una tortuga y debes parar. Si tu hijo no admite un no, sin una recompensa a cambio, sea del tipo que sea (mañana te lo compro, no le quites el jugue- te a ese niño, yo te comparé uno otro día, etc.), si no tolera la negativa porque nunca se la damos sin un “premio de consolación” a cambio, estás educando como una tortuga. Si te sientes como una menina de tus hijos, pues corren a tu alrededor mientras cargas con sus mochilas, sus meriendas y/o las bolsas de la compra sin que se dignen a colaborar, porque salen del cole y ni te preguntan cómo te ha ido el día, dado que su única preocupación es de qué es el bocadillo que les has traído, tienes que parar. Si planeas cada actividad con tus hijos como si te fuera la vida en ello, pensando en que cada rato del fin de semana tiene que ser estimulante/divertido/educativo, has caído en la trampa de los padres taller, y debes frenar. ¿Estás educando como una tortuga? ¿Quieres dejar de ha- cerlo? Sólo tienes que hilar un poco más fino, pensar por ti mismo, usa eso que no tienen las tortugas: el sentido común. Seguro que ya hay muchas cosas que has notado, pues sabes que no eres un anfibio con caparazón. Aférrate a esos deta- lles y podrás empezar a cambiar. Probablemente, te extraña que tu hijo venga cantando reguetón del colegio, a donde le envías precisamente para que le eduquen en cosas más elevadas o bellas. Tal vez, no le veas sentido a atender cada necesidad de tu hijo antes de que las exprese. Incluso puede que te haya llegado a molestar que le regalen una chuchería en una tienda o en una peluquería por el mero hecho de haberse portado como debe. Probablemente, hayas pensado 17 B u z ó n a b i e r t o Educar como las tortugas Beatriz Vegas Maestra de Primaria

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