Buzón de Alcance 211

8 N u e s t r a o p i n i ó n Entre los factores que pueden incidir en los usos lingüísticos actuales, se encuentran las redes sociales. Los rasgos del len- guaje empleado por sus usuarios —rapidez, economía, breve- dad, inmediatez, coloquialismo— influyen tanto en la forma de los vocablos como en la plasmación escrita del hilo del pensamiento. Si bien escribimos como pensamos, podría de- cirse que, por influencia de estos avances tecnológicos —de indudable eficacia e imprescindibles—, en cierta medida tam- bién se piensa como se escribe. La Real Academia Española, que tanto contribuye al mantenimiento de la unidad en la diversidad del español, se he pronunciado reiteradamente so- bre esta “neolengua”. En el primer Libro de estilo de la lengua española (2018), reconoce “el protagonismo de los medios de comunicación audiovisual en nuestros días” y afirma: La lengua, que la van haciendo los hablantes, está en cambio continuo. Además, las actuales formas de escri- tura digital han creado nuevos «géneros» o modalida- des de comunicación (mensajes de texto, wasaps, tuits, blogs, foros), que están reclamando orientaciones de estilo que este manual facilita con pautas de redacción. Este lenguaje, apremiado por urgencias comunicativas cons- tantes que se resuelven en una abreviatio continua, com- pulsiva, ha llevado al aula su menosprecio por las tildes, la “h” o la concordancia, así como la tolerancia complaciente hacia las erratas y la pobreza léxica, o la dificultad para cons- truir textos más extensos, que impliquen un mayor ejercicio y despliegue del razonamiento. En su Ortografía de 2010, la RAE intentaba contener los riesgos que esta nueva forma de expresión entraña, al recomendar que su peculiar ortografía “no debe extenderse a todos los intercambios comunicativos realizados por vía electrónica”, por ejemplo, los realizados por correo electrónico, e insistía: Cada vez con más frecuencia se solicita expresamente a los usuarios de estos medios que cuiden al máximo la corrección ortográfica de sus mensajes, no solo por deferencia hacia los demás, sino también para facilitar la lectura y comprensión de los textos. Otro factor a considerar es el “lenguaje inclusivo”, promovido por corrientes que proponen dejar su impronta en el terreno lingüístico, como la llama- da “ideología de género”. También al respecto tenemos presente el criterio académico. En la entrada “género” del Diccionario panhispánico de dudas se aclara que “Para designar la condición orgánica, biológica, por la cual los se- res vivos son masculinos o femeninos, debe emplearse el término sexo ” y que “para las expresiones discriminación de género y violencia de género exis- ten alternativas como discriminación o violencia por razón de sexo, discri- minación o violencia contra las mu- jeres, violencia doméstica, violencia de pareja o similares”. La RAE también rechaza el uso de la arroba (@) “para evitar las engorrosas repeticiones a que da lugar la reciente e innecesaria costum- bre de hacer siempre explícita la alusión a los dos sexos”. Con igual claridad se explica en el artículo «Los ciudadanos y las ciudadanas», «los niños y las niñas», publicado en la web del Departamento de «Español al día»: Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innece- sarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustan- tivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: “Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto”. La mención explícita del femenino solo se justifica cuan- do la oposición de sexos es relevante en el contexto: “El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad” . La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lengua- je y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, de- ben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesaria- mente la redacción y lectura de los textos. Asimismo, se pronuncia sobre el empleo incorrecto del fe- menino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con inde- pendencia del número de individuos de cada uno que formen parte del conjunto: “Así, los alumnos es la única forma co- rrecta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones”. Ni las recomendaciones académicas ni el esfuerzo denodado de muchos docentes ni el celo de los hablantes más ortodo- xos y enamorados de este magnífico patrimonio inmaterial común, que es el español, podrían poner barreras al ejercicio de la libertad lingüística, una de cuyas virtudes es propiciar la necesaria evolución de los idiomas. Pero, ¿es razonable con- vertir este ámbito en un auténtico campo de batallas que responden a otros intereses? Y, sobre todo, ¿lo es propiciar su empobrecimiento léxico, falta de precisión y connotaciones, deterio- ro sintáctico, muchas veces debidos a la fal- ta de lectura, de “memoria literaria”, de pér- dida de matices intelectuales y espirituales? Consideramos oportuno recordar que el Diccionario de la lengua española incluye la acepción de “tesoro” como “nombre dado por sus autores a ciertos diccionarios, catá- logos o antologías” y en este sentido empleó Covarrubias el término, “por conformarme con las demás naciones que han hecho Dic- cionarios copiosos de sus lenguas”. Nos pre- guntamos si su genio lingüístico le permitió intuir también que, junto a su perdurable obra, tanto en el siglo XVII como en el XXI, la propia “lengua castellana o española” fue y es el tesoro. Biblioteca Nacional de España, Biblioteca Digital Hispánica

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