BUZON DE ALCANCE 208
N u e s t r a o p i n i ó n 9 que, si bien ya había incorporado a su quehacer de aula, no lo había hecho con tal intensidad ni diversidad. Por otra parte, los docentes se han encontrado sin recursos suficien- tes, sin herramientas digitales adecuadas, en muchos casos, para hacer frente a la demanda de sus alumnos, “nativos digitales”. (Dicho sea de paso, conviene recordar que el con- cepto ya está en revisión, dado que los “inmigrante digitales” van absorbiendo a gran velocidad este mundo —inimagina- ble décadas atrás— que entra por los ojos, los oídos, los dedos... y al que no pueden hurtar la vista). Debe recordarse, asimismo, que no se han facilitado medios telemáticos al profesorado, mientras que sí se han proporcionado a los alumnos que carecían de ellos. También en este sentido, la pandemia ha puesto de rele- vancia carencias diversas. Si bien se ha hecho un esfuerzo por mejorar y completar la plataforma digital, y ofrecer al profesorado más y mejores recursos, es preciso seguir avan- zando, porque la celeridad del mundo digital hace lento el más esforzado aggiornamento . Otro aspecto mejorable es el propio diseño de las platafor- mas digitales, de uso frecuente por los docentes, en cuya configuración no se ha tenido en cuenta su opinión ni tam- poco ha sido consultada respecto a las herramientas que consideran más accesibles y adecuadas. Ha sido la propia Administración la que ha planteado estas plataformas sin ningún tipo de consenso con el profesorado. La tendencia a sobrevalorar el poder de lo visual, como si el pensamiento solo se expresara mediante esta dimensión y no con palabras, ha dado por resultado, en algunos casos, una arquitectura de imágenes sobredimensionadas. Aquello de que “una imagen vale más que mil palabras”, sin duda cierto en general, no deja de confirmar la ambigüedad característica de las sentencias. Depende de qué imagen y qué palabras, dichas por quién, cuándo... Si no es parte del mensaje ni una obra de arte ni un inductor del pensamiento, sino apenas un toque de color cuyo contenido es ya bien conocido y, por redundante, poco aporta, se vuelve arduo hallar, desplazándose por sucesivas pantallas, la información que buscamos. Cuando, además, los buscadores son de una operatividad relativa, la localización de contenidos útiles resulta dificultosa. Parecería más razonable un uso proporcionado de estética y utilidad, en cumplimiento del tópico horaciano: dulce et utile . Ni la aridez de una página yerma, atiborrada de letras pequeñas, ni la inanidad de una pantalla tan colorida y con un cuerpo de letra tan generoso que llegamos a añorar aquel anuncio de mermelada que decía: “no hay foto; hay fruta”. In medio virtus. En general, no gusta lo que no funciona bien; no se acepta, crea desazón y genera rechazo. Y esto no es disconformidad crónica, sino el motor para el avance. Con adaptación y resig- nación incondicionales, seguiríamos en la Edad de Piedra. Son de destacar los recientes avances a pasos forzados, pero la tarea apenas ha empezado. Estamos lejos aún, en términos digitales, de sociedades circundantes a las que podría equipararse la Comunidad de Madrid, una autono- mía de avanzada en varios aspectos. Para una mejor ges- tión telemática de la educación pública madrileña, la de todos, es fundamental dotar a este servicio esencial de unos medios electrónicos eficientes y estables, por los cua- les fluya el quehacer educativo, que siempre será —apos- tamos por ello— esencialmente humano. La educación telemática no siempre es idílica ni fácil ni perfecta
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