Buzón de Alcance 204

N u e s t r a o p i n i ó n 8 Resulta interesante, siempre, consultar el Diccionario de la lengua española de la RAE, y mucho en este caso, pues así define “plagio”, concepto al que nos estamos refiriendo: plagio Del lat. tardío plagium ‘acción de robar esclavos’, ‘acción de comprar o vender como esclavos a per- sonas libres’, y este del gr. π λάγιος plágios 'oblicuo', 'trapacero, engañoso'. 1. m. Acción y efecto de plagiar (copiar obras aje- nas). Si alguna duda teníamos al respecto, la Real Academia nos aclara que el término –y por ende, la práctica que designa– son seculares. “Trapaceros” ha habido siempre, pero la facilidad de acceso a la cultura, en general, por diversas vías –incluidas las digitales–, unida a la celeridad con que se puede escribir gracias a la informática, han contribuido al incremento exponencial de la peste copiante, que se manifiesta ya desde edades tempranas. “Cortapega” es un término que aún no registra el DLE, pero todo se andará, dada su omnipresencia en los ámbi- tos escolar y universitario, alimentada por el generoso Dr. Google, que tanto sabe. (A decir verdad, recurrimos a él continuamente, pues su utilidad es impresionante, aun- que complementaria de otras formas de adquisición de saberes, y sus contenidos han de ser abordados con ojo avizor y espíritu crítico). Gracias a esta prodigiosa técnica, un alumno se ventila un trabajo individual o colectivo en un pispás, sin pasar por el “molesto” proceso de investi- gación, razonamiento, comprensión, resumen e incluso cierta incorporación de los conceptos manejados. Y esto sin mencionar la denostada memoria. “¿Para qué, si está en Google?”. Por tanto, resulta al menos dudoso el cono- cimiento que los alumnos puedan adquirir realizando este tipo de tareas, si luego no se contrasta, mediante alguna forma de evaluación, que efectivamente se han enterado del asunto tratado. Pero si quienes llevan a cabo estos “engaños” por vía “oblicua” (nos atenemos al DLE) han dejado de ser estu- diantes hace décadas y ocupan altas dignidades, estamos ante algo bastante más grave, pues la carcoma está ya en quienes son referencias intelectuales y éticas para millones de ciudadanos; es decir, en los cimientos de la sociedad. Si a esto añadimos que, al parecer, muchos encajan el plagio compulsivo con extrema tolerancia e incluso cierta complacencia, sin censura alguna, casi como si fuera una gracieta, y que incluso personas rele- vantes callan y otorgan, la educación de las actuales generaciones y las siguientes está en serios aprietos. Una sociedad que no rechaza la ancha autopista de la mentira como el camino más rápido para el ascenso socioeconómico, para el reconocimiento, la fama y el poder, debería reflexionar seriamente sobre sus perspec- tivas y evolución. En semejante contexto, difícil tarea es, para los docentes, transmitir al alumnado valores como la honestidad intelectual, la verdad, el esfuerzo, y poner ante sus ojos el placer del conocimiento adquirido mediante el estudio, el análisis personal, la comparación clarificadora, la reflexión. “Nadie aprende por cabeza ajena”, solía decirse. Quizás la obsolescencia de esta afirmación proceda del menos- precio de algunos por el aprendizaje como un proceso positivo y placentero, protagonizado por el discente. Quizás estemos olvidando que saber más, que maravillarse continuamente ante nuevas ideas, descubrimientos, téc- nicas, avances inimaginables, también es una forma de felicidad. Al parecer, muchos encajan el plagio compulsivo con extrema tolerancia e incluso cierta complacencia, casi como si fuera una gracieta Ed. Afrodisio Aguado, Madrid, 1950. Biblioteca Digital Hispánica, Biblioteca Nacional de España.

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