Buzón de Alcance 192

N U E S T R A O P I N I Ó N 5 Carolina Fernández del Pino Vidal Secretaria de Organización C OMO soy hija de mis tiempos, fui educada oral- mente, informada por breves resúmenes de los contenidos de los escritos de grandes pensadores, de los grandes hechos de la historia. Solo tengo trazos difusos de lo que me precede y a veces esto me deja intelectualmente indefensa ante la realidad. Por lo que ante los acontecimientos recientes y no tan recientes que están marcando mi vida adulta, decidí “ojear” un libro del que me han llegado “oralmente” perlas precio- sas, ante la posibilidad de que tal vez pudiese aportar algo de luz a lo que percibo como un descenso vertigi- noso hacia la mediocridad o la falta de valores huma- nos. El ser humano siempre me ha fascinado por su caracte- rística y diferenciadora costumbre de esforzarse, de evo- lucionar, de buscar respuestas, avances, soluciones, de buscar la luna, entender el cosmos y adentrarse en el infinito. Sin embargo ahora tengo la incómoda sensa- ción de que hemos abandonado por completo esta face- ta tan exclusivamente “humana”, paralizados ante una poco fructífera discusión de cómo se reparte el pastel, hasta convertirlo en migajas sobre las cuales seguimos discutiendo mientras el inexorable paso del tiempo, como el viento, se las va llevando y deja cada vez menos que repartir. Ortega y Gasset en la introducción de La rebelión de las masas dice que: Definimos el lenguaje como el medio que nos sirve para manifestar nuestros pensamientos. Pero una definición, si es verídica, es irónica, implica tácitas reservas, y cuando no se la interpreta así, produce funestos resultados. Así ésta. Lo de menos es que el lenguaje sirva también para ocultar nuestros pensamientos, para mentir. La mentira sería impo- sible si el hablar primario y normal no fuese sin- cero. La moneda falsa circula sostenida por la moneda sana . Y eso es precisamente lo que ha pasado con nuestra “educación oral y resumida”: la moneda falsa ha circu- lado sostenida por la moneda sana hasta tal punto que ésta ha desaparecido bajo el óxido del engaño dirigido de algunos y el descuido de otros. Por ejemplo, cuando Ortega y Gasset habla de masas, no se está refiriendo a clases sociales, o a lo que en su tiempo era la masa obrera y las clases superiores o “minorías selectas”, sino a esa característica humana a la que he hecho referencia antes. Cuando se habla de «minorías selectas», la habitual bellaquería suele tergiversar el sentido de esta expre- sión, fingiendo ignorar que el hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás , aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores. Y es indu- dable que la división más radical que cabe hacer de la humanidad es ésta, en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mis- mas dificultades y deberes, y las que no se exi- gen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva. ... Lo decisivo es si ponemos nuestra vida a uno u otro vehículo, a un máximo de exi- gencias o a un mínimo. La división de la socie- dad en masas y minorías excelentes no es, por lo tanto, una división en clases sociales, sino en clases de hombres , y no puede coincidir con la jerarquización en clases superiores e inferiores. Nuestra reciente historia hace evidente que vivimos plenamente sumergidos en esta “rebelión de las masas”, donde la mayoría que Si un suspenso no es un suspenso, somos boyas a la deriva

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