Buzón de Alcance 192

N u e s t r a o p i n i ó n de 2016, preguntadas si las tareas extraescolares (deberes) que realizan sus hijos son excesivas, adecuadas o insufi- cientes, un 62,9 % afirmó considerarlas adecuadas y un 5 % insuficientes. Sin embargo, hay quienes pretenden invadir el “mercado educativo” de productos que no han sido debidamente probados, algo que los otros científicos, los verdaderos, tendrían vedado y, en caso de incumplimiento, seria- mente penalizado. Centrar todo el proceso educativo en lo instrumental es como coger el rábano por las hojas, en términos de sabi- duría popular. Y hasta los urbanitas sabemos que el ries- go de tan atolondrada operación es quedarse con el verde en las manos y dejar el sabroso rábano soterrado. ¡Menudo chasco! La presencia de lo lúdico que no falte. Se habla de la “gamificación”, un anglicismo (del inglés game, “juego”) que se ha integrado en la neojerga. La clase debe ser divertida, para que los alumnos adquieran conocimien- tos “como si no”, no implicar ningún esfuerzo y, por supuesto, evitar que quienes aprenden más rápido, estu- dian más (haberlos, haylos), tienen un entorno más pro- picio al estudio o han nacido con un cociente intelectual más elevado puedan avanzar a otro ritmo. Ante este riesgo, es mejor emparejar hacia abajo. Nada debe con- trariar a los niños y jóvenes, porque su único objetivo en la vida es ser felices. Y nos preguntamos: ¿es malo que se den cuenta de que están ejercitando la mente, que hagan un esfuerzo razonable, intenten llegar un poco más lejos y aprendan que esto también es una forma de disfrute y fuente de felicidad? Nada debe contrariarlos… excepto la realidad, que irá imponiendo sus normas, a veces muy duras. Más vale, entonces, formar ciudadanos aptos para la vida real. Algo difícil de proyectar para quienes teorizan al margen de las aulas reales. So capa de novedad, nos están vendiendo un mensaje muy démodé. A comienzos del siglo XX, las vanguardias irrumpieron en el panorama artístico con manifiestos agresivos y disparatados. Solo cuando pasaron del pan- fleto a una creación más cercana a la realidad y en manos de artistas geniales, con una gran formación tra- dicional, las ideas alocadas se convirtieron en arte atem- poral. Quemar las bibliotecas era una de las consignas del iconoclasta Apollinaire, inventor del término “surre- alismo”. Gracias al incumplimiento de este lema, sus tex- tos y bellos caligramas han llegado a nosotros. Quiero decir que seguramente habrá ideas inteligentes en el actual maremágnum pedagógico-festivo, pero la negación y el menosprecio sistemáticos de la tradición educativa y sus aciertos parecen un berrinche estéril de niño frívolo. O quizás respondan a otros intereses menos lúdicos. No consideramos un valor el simple cambio por el cam- bio. La innovación es útil y necesaria cuando aporta, junto a una manera diferente de abordar el proceso edu- cativo, un plus que desemboque en un mejor resultado para los alumnos, incluso aunque solo implique modi- ficaciones que, por su atractivo, incrementen la moti- vación, el interés, la atención, la fijación de conceptos, etc. Rechazar de plano toda novedad y anclarse en la tradi- ción sería de una necedad similar a abrazar ciegamente toda iniciativa pedagógica reciente como el non plus ultra, sin prever sus consecuencias fácticas sobre el pro- ceso al cual se pretende aplicar. Entendemos que es con- veniente prestar atención a las nuevas propuestas, ana- lizarlas con espíritu crítico e ir incorporando aquellas que hayan demostrado ser de verdadera utilidad. Pero asumir el discurso de que “tradición” es palabra tabú, que solo trae infinitos males a la “tribu” y por tanto debe desterrarse es instalarse en el extre- mo del absurdo y la prodigalidad intelectual, al echar por tierra de un plumazo (o golpe de tecla- do) técnicas y estrategias que han demostrado fehacientemente su efectividad y constituyen un auténtico patrimonio profesional. La proliferación de discursos adversos hacia todo lo que implique una contención del alumno (bas- tante menor de la que sobre él ejercerá la vida real futura) y la exaltación hiperbólica de las pre- suntas (no constatadas) bondades de lo novedo- so nos transmiten el equívoco mensaje de que estamos viviendo un constante clima de fatua “fiesta pedagógica”. 10

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