Buzón de Alcance 190

14 C O L A B O R A C I O N E S L levamos un tiempo escuchando diversas opiniones sobre las tareas que llevan a casa los estudiantes. Debates, entrevistas en la televisión o en la prensa. Todo el mundo parece saber qué es mejor y qué deberíamos hacer los docentes en el ejercicio de nuestra labor diaria. El colmo, en mi opinión, es el anuncio de una tienda de muebles qué lanza su campaña “deberes” con el slogan: “menos deberes y más cenas en familia”. Personalmente no entiendo qué tienen que ver los deberes con la venta de muebles. Es una intromisión gratuita y dañina a la profesión docente. Esta situación me conduce a una reflexión. Propongo darle la vuelta a la situación para medir el grado de atre- vimiento e intromisión. ¿Les recomendaría yo, como pro- fesional docente, la mejor forma para fabricar y vender muebles de calidad? La situación parece cuanto menos cómica rozando inclu- so la vertiente ofensiva. Parece legítimo pensar que si a mí no se me ocurre, entonces por qué a ellos sí. El problema radica en que se ha implantado una ten- dencia por la que todo el mundo se cree en el derecho de intervenir en nuestro trabajo y decirnos qué debe- mos o no hacer. El diálogo en la comunidad educativa para tratar el tema con sentido común no puede más que ser beneficioso y deseable, pero no es tolerable que se juzgue nuestro tra- bajo y se nos dicten normas sin fundamento. Y que quie- nes se tomen la licencia de dictar estas normas sean per- sonas ajenas al ámbito educativo. Las tareas domiciliarias no son un capricho del profesor. Cumplen distintas funciones. Los deberes permiten que el alumno sea capaz de asimilar y reproducir lo que le han explicado en clase, pero esta vez sin la ayuda del profesor. Para el profesor, los deberes también suponen un método de evaluación, no solo hacia el alumno sino hacia sí mismo. Si provocamos que nuestro alumno se enfrente solo a una tarea similar a la que hemos visto en clase, podre- mos sacar muchas conclusiones. Podremos valorar la necesidad de incluir actividades complementarias o nue- vas explicaciones. Podremos medir el grado de consecu- ción de nuestros objetivos y el conocimiento del tema por parte del estudiante. Los deberes también son una preparación para los exá- menes. Muchos alumnos ante un examen sienten una angustia profunda, como un “bloqueo que les hace que- darse en blanco”. El verse solos frente a la reproducción de lo que se ha visto en clase y saber que serán evalua- dos en base a esa prueba les genera un estrés que puede llegar incluso a traducirse en síntomas físicos (malestar, nerviosismo, falta de apetito, trastornos del sueño…). Al realizar tareas en casa, no sienten esa presión y esto les puede servir de entrenamiento ante el momento del examen. Por otra parte, contribuyen a que los estudiantes apren- dan a desarrollar su sentido de responsabilidad y com- promiso. Aprenden a organizar sus tareas, a priorizar unas sobre otras y a gestionar el tiempo. Tanto padres como docentes pretendemos conseguir lo mejor de nuestros niños. Si todas las partes mostramos sentido común, el resul- tado no puede más que ser positivo. Debemos buscar la justa medida y un diálogo constructivo dentro de la comunidad educativa y no fuera de ella. ¿Acaso nos atreveríamos a decirle a un panadero en qué orden y cantidad debe echar los ingredientes para obte- ner un buen pan? ¿O a un médico cómo tratar una gripe? Pues no parece de recibo. Sabemos que es un profesio- nal, que ha recibido formación, que cumple con las nor- mas de su profesión, que conoce y domina su trabajo y confiamos en él. Dejemos que cada uno se dedique a aquello para lo que está formado y preparado. En resumen, más respeto y más sentido común hacia nuestra profesión. Los profe- sores contribuimos a amueblar muchas cabezas y no precisamente con serrín. Sofía Bernardo Jáñez Delegada de ANPE-Madrid Amueblando cabezas

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