Buzón de Alcance 189

pedagógico– y resultará problemático el acceso a la edu- cación superior a quienes carezcan de hábitos de con- centración y de fijación de contenidos. No solo es indispensable memorizar selectivamente cier- tos conceptos y conocimientos, para su posterior aplica- ción en el devenir profesional, sino que también nume- rosos estudios insisten en la importancia del entrenamien- to del cerebro para retrasar procesos de deterioro cognitivo, tan dolorosos para quienes los padecen en sus seres queridos o en sí mismos. “Estudiar más nos hace envejecer más despacio”, se titula un artículo de la revis- ta “Muy interesante” (www.muyinteresante.es/salud ) , donde se hace referencia a una investigación cofinancia- da por la Fundación Británica del Corazón y el Consejo de Investigaciones Médicas (MRC) del Reino Unido, entre cuyas conclusiones se encuentra la siguiente: “el enveje- cimiento no es una consecuencia de las circunstancias económicas durante la vida adulta ni del estatus social, sino que depende de factores de las primeras décadas de nuestra vida con efectos a largo plazo, como la educa- ción”. Asimismo, se afirma que “las personas con estudios superiores están mejor preparadas para resolver proble- mas y enfrentarse al estrés”. El rechazo expreso a la memoria debe contextualizarse en una corriente más amplia: el cuestionamiento o la negación del papel de los deberes (incluido el estudio) en la educación, por parte de un sector de la comuni- dad educativa. Es indudable que las tareas domiciliarias –incluidas las que impliquen un uso de la memoria apoyado en el razonamiento– deben mantener una proporcionalidad y ser administradas de forma racional, para no producir en los alumnos un efecto de saturación que sería con- traproducente. Pero plantear su regulación por ley o su eliminación y circunscribir todo el aprendizaje al tiem- po en que el alumnado permanece en los centros edu- cativos implica desechar una parte importante de ese proceso, que es el trabajo individual -siempre acorde a la edad y las peculiaridades de cada etapa–, la compren- sión que se alcanza mediante la reflexión personal, el análisis y estudio de los temas. El discurso subyacente implica, por una parte, el menos- precio de la profesionalidad de los docentes, a quienes se cuestiona la gestión de las tareas escolares en el ámbito de su libertad de cátedra, y de la autonomía de los propios centros educativos. Por otra, deja de lado aspectos imprescindibles en una educación integral, como la formación de la voluntad y el valor del esfuer- zo, y puede trasmitir a niños y jóvenes el mensaje de que cuanto menos relevantes sean las responsabilidades a asumir, mejor. Evidentemente, en este contexto memo- rizar resulta un esfuerzo inútil. Quienes esto proponen parecen olvidar –quizás como una expresión más de su denuesto a la memoria– que los alumnos están consolidando su personalidad y pre- parándose para afrontar los retos de un mercado labo- ral cada vez más exigente y competitivo, situación agra- vada por la reducción de la oferta y el incremento de la demanda, y necesitan un bagaje en el que confluyan conocimientos, destrezas y competencias diversas con la capacidad de funcionar independientemente en una sociedad cambiante y de riesgo, de relacionarse y salir adelante en situaciones no siempre favorables. La capa- cidad de asumir responsabilidades y cumplir con ellas, resistir a la adversidad, sobreponerse a las dificultades son elementos clave para el crecimiento interior y han de ser también parte de la educación. No ha de hurtar- se entonces, a las generaciones venideras, una facultad tan valiosa como es la memoria sabiamente administra- da para disfrutar de una mejor salud y alcanzar una más adecuada inserción social. N u e s t r a o p i n i ó n 6 No ha de hurtarse a las generaciones venideras una facultad tan valiosa

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