Buzón de Alcance 189

“S E soportan fácilmente las críticas, pero no se soporta la burla”, afirmó sabiamente Molière, confirmando así el papel de la sátira en la corrección de los vicios humanos. Con un sentido menos pedagógico, parece haberse ins- taurado en algunas voces el menosprecio burlón y prác- ticamente incuestionable del uso de la memoria en el proceso educativo, dando a entender la irracionalidad e inanidad de esta facultad. Una vez más, se cae en la sim- plificación, con la pretensión de establecer bandos enfrentados de defensores a ultranza y detractores acé- rrimos, y convertir la memoria en una paria que ha de ser definitivamente excluida del aula. De paso, y para reforzar la tesis, desde la atalaya de la superioridad moral, un tinte ideológico y político se cierne sobre tirios y troyanos: es progre “nada de memoria”, y una anti- gualla irrisoria pretender que los alumnos desarrollen esta facultad. Adecuadamente difundido el mantra por las redes sociales, se completa la faena, y esta facultad, admirada por los clásicos, es incinerada en una pira inquisitorial. Porque la tan mentada tolerancia parece haberse convertido en una rara virtud que solo ha de emplearse con “los nuestros”. Pero estigmatizar la memorización como forma “anti- gua” de aprender es signo inequívoco de estar muy ale- jado de la realidad de la educación. En primer lugar, por- que se parte de una premisa falsa: se obliga a los alum- nos a aprender de memoria, mediante tareas repetitivas. La norma nos ayuda a desterrar esta creencia carente de fundamento. Baste con observar, a título de ejemplo, el Real Decreto 126/2014, de 28 de febrero, por el que se establece el currículo básico de la Educación Primaria, basado en el aprendizaje por competencias, que suponen “una combinación de habilidades prácticas, conocimien- tos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones, y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz.” Y entre los objetivos de esta etapa, incluye: “Desarrollar hábitos de trabajo individual y de equipo, de esfuerzo y de responsabilidad en el estudio, así como actitudes de confianza en sí mismo, sentido crítico, iniciativa perso- nal, curiosidad, interés y creatividad en el aprendizaje, y espíritu emprendedor”. Descartamos, por tanto, el apren- dizaje memorístico como forma preceptiva y constante de incorporar conocimientos. Por otra parte, ¿debe desterrarse esta facultad de la edu- cación? En la Retórica clásica –repristinada hoy, en buena medi- da gracias a los estudios literarios y a la necesidad de persuasión de la publicidad– entre las fases elaborativas del discurso se encuentra una que es esencial para su puesta en escena: la memoria, minuciosamente descrita en la anónima Rhetorica ad Herennium (siglo I a. C.), el texto latino sobre oratoria y prosa más antiguo que se conserva. El orador, para recordar la secuencia de argu- mentos, emplearía recursos mnemotécnicos que facili- taran su fijación. Grande era el prestigio de esta función cerebral. Pasados los siglos, y tras épocas en que desempeñaba un papel crucial en la enseñanza, el ejercicio de la memo- ria fue perdiendo relevancia ante el avance de la cultu- ra escrita. Sin embargo, no ha dejado de ser un elemen- to esencial en el estudio –otro término que parece haberse evaporado en el triángulo de las Bermudas N U E S T R A O P I N I Ó N 5 Olvidar la memoria Rosalía Aller Maisonnave Secretaria de Comunicación ¿Debe desterrarse esta facultad de la educación?

RkJQdWJsaXNoZXIy ODE4NjI=