Buzón de Alcance 188

responsabilidad, y demás condiciones que serán indis- pensables para la posterior inserción de los niños y jóve- nes en el mundo laboral o la continuación de estudios terciarios. En relación al epígrafe 2, Alumnado , se habla de impulsar su participación democrática, algo que ya está reconocido en la legislación vigente, pero que aquí se plantea como una medida de mayor calado. Es una propuesta concordan- te con una concepción de la educación, con un modelo (las “escuelas democráticas”) teorizado profusamente hace años desde una posición ideológica de la izquierda educativa, cuya filosofía y principios –que no vamos a explicar aquí– pueden documentarse fácilmente, pero que no han de pasar inadvertidos para quienes analicen estas 118 medidas. Se trata de un problema que excede al ámbito educativo y tiene un trasfondo social, y al que debería prestarse más atención: el igualitarismo en la mediocridad, la minus- valoración del conocimiento, del esfuerzo, del mérito y de la capacidad. El texto desatiende aspectos fundamentales del desarrollo integral del alumnado, como la adquisición de conocimien- tos; la formación de la voluntad y la responsabilidad; la reflexión sobre sus derechos y la asunción de sus obliga- ciones; la educación en valores; la valoración de la educa- ción como un derecho y una vía de crecimiento intelec- tual y moral, pero también como un proceso de capacita- ción imprescindible para una adecuada inserción laboral y social; el reconocimiento y el respeto a sus padres, profe- sores y compañeros; la formación del espíritu crítico. En lugar de analizar la situación desde la realidad de la docencia, definir claramente los objetivos, detectar errores y buscar la manera de corregirlos, se opta en este informe por recomendar la innovación. Una pretensión vaporosa que desprecia implícitamente la tradición solo porque no implica modernidad, y lo que subyace en ella es la preten- sión de alterar los fines naturales de la instrucción públi- ca y del papel del profesor. Tampoco se mencionan algunos serios condicionantes para la mejora, como es una situación de partida en relación a los recortes de los últimos años. Y se pide a los docentes que pongan las decisiones técnico-profesionales en manos de expertos y universidades, con el beneplácito de las fami- lias y los alumnos. También se recomienda implementar metodologías activas en la práctica docente como elemento de calidad, algo que podemos compartir, pero siempre que su incorporación sea debidamente aquilatada, pues la sola novedad o el mero cambio no constituyen elementos cualitativos per se . En relación al epígrafe Convivencia , se echa en falta una declaración de principios clarificadora sobre los que se asien- te la convivencia escolar que no pueden soslayarse y que, al menos los siguientes, debieran haberse incluido en el documento final: la libertad, el respeto a los demás, el dere- cho a la educación y el valor de las normas como la base de la convivencia escolar y en sociedad, y la garantía de los derechos individuales en los centros escolares. Por contra, se llega al extremo, incluso, de recomendar la formación continua en temas de inteligencia interpersonal e intraper- sonal a los docentes, lo cual nos parece una desmesura. En síntesis, además de los puntos señalados, objetamos también cuanto el texto omite, pues no incluye ni una sola mención al papel del profesor como pilar fundamental del proceso educativo. No encontramos en este Informe una reflexión sobre el concepto de educación ni la filosofía que lo sustenta, tras páginas en negrita y tipografía de gran calibre donde se reiteran términos e ideas muy básicas, impregnadas de jerga pedagógica trufada de afirmaciones melifluas, cuando no crípticas, en un país que ha desterrado de los planes de estudios la filosofía, la historia de España, las lenguas clá- sicas, las humanidades... Constituye este texto un placebo pedagógico con recetas participativas, formativas y aparentemente democráticas que tratan de convencernos de que abandonemos nuestra vieja práctica docente y nos adaptemos a lo que exige la “escuela del siglo XXI”, que confiemos en los efectos cura- tivos de los nuevos métodos más que en quienes, día a día, con su experiencia y su saber, opinan de forma discreta, seria e ilustrada. Solo cabe entender algunos de los dislates que contiene el documento, con el barniz de lo políticamente correcto, en el interés mercantil que puedan tener los empresarios-for- madores a la vista del énfasis y la reiteración con que se recomienda la formación de los docentes. Echamos en falta una referencia a la “pedagogía de la exi- gencia”, puesta de moda por el profesor francés, Jérémie Fontanieu, un docente sin complejos que no ha tenido repa- ros en recuperar esa vieja aspiración de hacer de la escue- la pública un mecanismo de ascenso social. Decía este pro- fesor de izquierdas: “por un lado están las desigualdades sociales, el racismo, la discriminación; parte del fracaso esco- lar se debe a la sociedad, innegablemente. Pero también hay una parte muy importante que es la responsabilidad indi- vidual, qué hacemos con nosotros mismos. Yo pongo a mis alumnos a es-tu-diar. Y hay una diferencia colosal entre el momento en que empiezan y cuando le toman el gusto al estudio, a interiorizar la ambición. O sea, está el sistema, pero hay espacio para llegar luchando, y cuantos más obs- táculos que vencer, más bella es la victoria”. N u e s t r a o p i n i ó n 6

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