Buzón de Alcance 187

han trasladado a la educación. Hemos recogido las más novedosas teorías filosófico-educativas, psicológicas y pedagógicas, demoliendo nuestra tradición educativa y anulando los atributos de la profesión docente, y las hemos extrapolado en nefastas reformas que ya habían fracasado en otros países europeos. Pero aquí no se reconocen los errores. Desde algunos sectores no se quiere admitir que las sucesivas reformas, especialmente la LOGSE, no han servido para situar la educación española en los puestos de cabeza de los ran- kings internacionales. Somos incapaces de establecer un diagnóstico compartido de la situación educativa y menos aún de determinar las prioridades, más allá de señalar una supuesta deficiente formación de los docen- tes y su falta de entusiasmo con los planteamientos y directrices de las leyes educativas. Tras un proceso paulatino, que viene de lejos, la profe- sión docente ha sido reducida a una condición irrelevan- te. Los profesores han sido desposeídos de su autonomía, de su libertad de cátedra, de la autoridad académica y moral y, desde los sectores de la izquierda más ideologi- zada, tampoco se les considera merecedores de la auto- ridad legal. La autoridad del profesor se considera un principio anti- cuado porque la nueva dinámica social necesita una escuela diferente, basada en el constructivismo y en modelos participativos, y por tanto se precisa un nuevo profesor con otros roles. Debe renunciar a la transmi- sión del conocimiento y ser un dinamizador u orienta- dor del aprendizaje de sus alumnos. Un profesor adhe- rido, en suma, a la visión logsiana de la educación y que no sea tanto un profesional por el “qué enseña” sino por “cómo enseña”. Muchos profesores han desarrollado posiciones confor- mistas de acomodo y supervivencia en los centros docentes – profesores plastilina– , donde la falta de estí- mulos y de una carrera profesional con roles bien defi- nidos y con incentivos es el campo abonado para su des- motivación. La mayor parte de ellos mantiene vi v a su vocación por la educación y, a pesar de las crecientes dificultades, siguen empeñados en no perder su identidad y proyec- tar en los alumnos todo su potencial y buen hacer en lo intelectual, lo moral, lo personal y lo social. Por eso, es imperioso regular la profesión docente en cuanto al acceso, las competencias, la formación inicial, etc., de forma que sea atractiva para los estudiantes que entren en la universidad, y dotar de un estatuto propio a los profesores de la enseñanza pública que recoja su rela- ción con la escuela, con la Administración y que defina claramente la carrera docente. El profesor debe dar sentido a su profesión, tener auto- nomía y sentirse responsable de las decisiones que adop- te en el plano educativo. Ni las corrientes pedagógicas, la psicología, la ideología o la Administración pueden ser el único horizonte de su actividad, ya que el queha- cer docente que identifica al profesor alcanza una dimensión más amplia. Cuando nuestro país sepa qué educación necesita y quiere, será el momento de abordar la cuestión docen- te en toda su extensión. Solo entonces los profesores sabrán qué se espera de ellos y el alcance de los retos que les planteen. Que nadie lo dude: estarán a la altu- ra de un diseño educativo establecido desde la reflexión seria que apunte a la formación de ciudadanos capaci- tados y responsables. N u e s t r a o p i n i ó n 6

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