Buzón de Alcance 178

B U Z Ó N A B I E R T O 2 0 H OY he vuelto a retomar mis clases des- pués de dos días convaleciente. Es la ter- cera vez que debo faltar en lo que va de año. Ya he tenido dos recaídas anteriormente. Cada vez que me acontece un episodio de este tipo me surgen preguntas como: ¿estarán mis alumnos enojados porque he faltado a clase? ¿estaré destruyendo su futuro? ¿seré la causa de su fracaso?... Por esta razón, siempre que me sucede esto, lo primero que hago al entrar en clase y tomar contacto con mi alumnado es disculparme. Se ha convertido en un ritual: yo les pido perdón y ellos en forma jocosa me contestan “perdonado”. Pero siempre espero el comentario de Pelayo, alumno irónico y pun- zante donde los haya. Hoy me ha dicho: “Profe, ¿por qué no se aplica eso de los pobres, ¡Basta ya de realidades… queremos promesas!?”. Como buenos alumnos, ya me han puesto un mote, “El Azucarillo”. Tiene mala leche, pero me pare- ce simpático. En fin, me reconforta saber que mis alumnos entienden mi situación. En realidad estoy siendo mal profesor, ya que cuento cosas de mí y aún no me he presentado. Soy Paco, profesor de Matemáticas en un ins- tituto, persona que padece diabetes mellitus. No os pongo los cuadros clínicos que pueden desarrollarse con esta enfermedad, ya que pre- tendo no amargaros el día. Desde pequeño tenía muy claro lo que quería ser en esta vida: profesor. Lo mío es vocacional. Disfruto cada momento del día que estoy con mis alumnos. Enseñarles, ayudarles, orienta- les…, en definitiva, ser partícipe de su forma- ción me reconforta todos los esfuerzos que muchas veces debo realizar para poder estar con ellos. Tengo la suerte de tener un grupo de alumnos sensacionales. Intentamos entre todos reírnos un poco de mi enfermedad y llevarlo lo mejor posible. Hace unos días, sin ir más lejos, un alumno me dijo: “Ve profe, le tenemos dicho que no es bueno ser una persona astenia , una copita de vino le vendría bien”. Siempre he pre- tendido que se vea con distancia y que se tome un poco a guasa, sin pasarse, claro. Esto lo aprendí hace unos años cuando en clase sufrí un coma diabético debido a una intensa poliu- ria, lo que provocó un fuerte impacto entre mis alumnos. Desde entonces les hablo de mi enfermedad y de las consecuencias que puede desencadenar. En un principio pretendía que este artículo fuese una denuncia para defender los derechos de los enfermos crónicos, para que se tomase en cuenta nuestra situación. Pero como en las novelas, los personajes adquieren vida propia y al final el escritor se tiene que adaptar a su trascurrir. A mí me ha pasado algo parecido. Quiero desde aquí dar las gracias a los alumnos y los profesores. A mis compañeros, por ser los que soportan la carga lectiva cuando cualquie- Perdón por ser enfermo crónico

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