Buzón de Alcance 175
1 1 N u e s t r a o p i n i ó n y comentaba cuanto le llamaba la atención en esta sociedad. Así le contaba, en la “Carta LI”, que su amigo español Nuño estaba escribiendo un peculiar diccionario, con el ánimo de “publi- car lisa y llanamente el sentido primitivo, genui- no y real de cada voz, y el abuso que de ella se ha hecho, o sea, su sentido abusivo en el trato civil”. He aquí una interesante y actual entrada de tan necesaria obra: « Política viene de la voz griega que significa “ciudad”, de donde se infiere que su verdadero sentido es la ciencia de gobernar los pueblos, y que los políticos son aquellos que están en semejantes encargos o, por lo menos, en carre- ra de llegar a estar en ellos. En este supuesto, aquí acabaría este artículo, pues venero su carácter; pero han usurpado este nombre estos sujetos que se hallan muy lejos de verse en tal situación ni merecer tal respe- to . Y de la corrupción de esta palabra mal apro- piada a estas gentes nace la precisión de exten- derme más. » Políticos de esta segunda especie son unos hombres que de noche no sueñan y de día no piensan sino en hacer fortuna por cuantos medios se ofrezcan . Las tres potencias del alma racional y los cinco sentidos del cuerpo huma- no se reducen a una desmesurada ambición en semejantes hombres. Ni quieren, ni entien- den, ni se acuerdan de cosa que no vaya dirigi- da a este fin. La naturaleza pierde toda su her- mosura en el ánimo de ellos. Un jardín no es fra- grante, ni una fruta es deliciosa, ni un campo es ameno, ni un bosque frondoso, ni las diver- siones tienen atractivo, ni la comida les satisfa- ce, ni la conversación les ofrece gusto, ni la salud les produce alegría, ni la amistad les da consuelo, ni el amor les presenta delicia, ni la juventud les fortalece. Nada importan las cosas del mundo en el día, la hora, el minuto, que no adelantan un paso en la carrera de la fortuna. Los demás hombres pasan por varias alteracio- nes de gustos y penas; pero estos no conocen más que un gusto, y es el de adelantarse, y así tienen, no por pena, sino por tormentos inaguantables, todas las varias contingencias e infinitas casualidades de la vida humana. Para ellos, todo inferior es un esclavo, todo igual un enemigo, todo superior un tirano . La risa y el llanto en estos hombres son como las aguas del río que han pasado por parajes pantanosos: vienen tan turbias, que no es posible distinguir su verdadero sabor y color. El continuo artifi- cio, que ya se hace segunda naturaleza en ellos, los hace insufribles aun a sí mismos. Se piden cuenta del poco tiempo que han dejado de aprovechar en seguir por entre precipicios el fantasma de la ambición que les guía. En su concepto, el día es corto para sus ideas, y dema- siado largo para las de los otros. Desprecian al hombre sencillo, aborrecen al discreto, pare- cen oráculos al público, pero son tan inep- tos que un criado inferior sabe todas sus fla- quezas, ridiculeces, vicios y tal vez delitos , según el muy verdadero proverbio francés, que ninguno es héroe con su ayuda de cámara . De aquí nace revelarse tantos secretos, descubrir- se tantas maquinaciones y, en sustancia, mos- trarse los hombres ser defectuosos, por más que quieran parecer semidioses». La decepción y la falta de horizontes son malas consejeras. Cuando el sentimiento popular hacia las instituciones democráticas es de desapego total, la sociedad puede acercarse a una línea roja que no debería volver a cruzar. Identificarlas con los hombres o mujeres que no están a la altura de sus cargos y retirarles por ello nuestra confianza es socavar el sistema desde sus raíces. Quienes ejercen las más altas responsabilidades deben recordar que su autoridad procede de las urnas –que tanto valen para votar como para enterrar– y atender al clamor ciudadano. Hoy. Mañana puede ser tarde.
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