Buzón de Alcance 169

D E F E N S O R D E L P R O F E S O R 6 T ODAS las cosas buenas de la vida se consiguen con esfuerzo. Incluso cuando, gracias a facultades o capacidades innatas, el ser humano alcanza altas metas de forma espontánea, no siente dentro de sí ese íntimo bienestar que le proporciona el haber consegui- do logros u objetivos tras ardua y laboriosa dedicación. La vida humana nos proporciona cientos de ejemplos para ilustrar esta idea, especialmente útil en esta hora de Europa y de España. Y muy aplicable a la educación española. Hemos asistido en los últimos tiempos al progresivo e inexorable declive del esfuerzo en el ámbito educativo. Lo que en otros campos como el deporte se considera la base fundamental para cosechar grandes o pequeños éxitos, aquí se juzga nocivo, contraproducente o políti- camente incorrecto. Pero la crisis económica actual nos obliga a enfrentar- nos con nuestra propia responsabilidad. Hemos creado una sociedad que ha vivido y vive por encima de sus posibilidades, una sociedad de nuevos ricos que creían que se podría mantener un alto nivel de vida sin un esfuerzo constante. Nuestros niños y adolescentes crecen reclamando dere- chos pero sin asumir apenas deberes, que son su contra- partida inevitable, si no se quiere que el funcionamiento de la sociedad se resienta, debilite o resquebraje. Es ahora, en este momento crítico que nos obliga a dar- nos de bruces con la realidad, cuando percibimos las consecuencias de una educación permisiva, carente de límites, normas y esfuerzo, que conduce inexorablemen- te a la decadencia social. Hace días leíamos en la prensa un informe de don Juan Roig, presidente de Mercadona, en el que proponía como receta para salir de la crisis la cultura del esfuerzo y ponía el ejemplo de los bazares chinos como modelo de esfuerzo continuado. Existen estudios sociológicos que comparan los resulta- dos académicos de los estudiantes de enseñanza media de origen chino con los estadounidenses de raza blan- ca, que indican una superioridad de aquellos sobre estos. La causa no es otra que la ética del trabajo y la menta- lidad de exigencia, esfuerzo y rigor de los padres de ori- gen asiático: los valores de esfuerzo y tesón que los padres de origen chino inculcan a sus hijos. Con ello no queremos decir que se vuelva a los años de la emigración a Alemania, la penuria y el pluriempleo. Las generaciones de la postguerra ya “trabajaron como chinos”, con muy pocos derechos y muchos deberes. Pero sí tenemos que ser conscientes de que si seguimos por esta pendiente nuestra sociedad sufrirá un empobreci- miento moral, económico, científico, cultural… La generalidad del profesorado constata que ha habido un rebajamiento del esfuerzo del alumno que tiene su correlato ineludible en el descenso de los niveles aca- démicos. Sin embargo, la sociedad asiste con incons- ciente pasividad a este fenómeno preocupante, sin darse cuenta de que este estado de cosas es el germen de la decadencia de una sociedad. Por eso, es importante que todos los agentes educati- vos, desde el ministro Wert hasta el profesor de la brega cotidiana, asuman la cultura del esfuerzo como una de los pilares maestros del edificio educativo. Cambiemos las estructuras educativas, racionalicemos nuestros currículos, prioricemos los conocimientos esen- ciales, introduzcamos metodologías más prácticas, orientemos los estudios con un enfoque más realista, conectándolos con la realidad laboral, aprovechemos las nuevas tecnologías para motivar a nuestro alumnado, pero todo ello sin desdeñar la formación de la volun- tad, es decir, sin relegar la cultura del esfuerzo. Por último, convengamos que el esfuerzo no está reñi- do con el interés ni con la motivación. Desde la antigüe- dad horaciana, la máxima educativa ha sido prodesse aut delectare o, como decía nuestro clásico, “enseñar deleitando”. Pero sabiendo que este es un desiderátum no siempre alcanzable. Por eso es necesario que nuestros alumnos aprendan a sobrellevar las frustraciones que inevitablemente nos depara la vida. Pues ni siquiera en los momentos de mayor relajación y ocio, cuando estamos inmersos en pleno disfrute de aquello que nos gusta, dejan de exis- tir momentos de aburrimiento o frustración. Ni la pelí- cula más entretenida ni el partido de fútbol más emo- cionante dejan de tener momentos tediosos. Por eso cuando los pseudoexpertos educativos dicen: “Es que los profesores no saben motivar”, se les debe con- testar: “Forja la voluntad y la motivación te vendrá por añadidura”. Inmaculada Suárez Valdés Coordinadora estatal del Defensor del Profesor Secretaria estatal de Comunicación de ANPE La cultura del esfuerzo

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