Buzón de Alcance 168

A UNQUE el mensaje es esperanzador, anticipar los resultados de la apuesta educativa que ha esbo- zado el ministro en su programa del Ministerio de Educación es arriesgado. Nadie, a estas alturas, duda de la necesidad de un cambio en muchos aspectos de nuestro Sistema educativo, pero por desgracia el escep- ticismo se ha instalado en nuestra profesión. Razones no nos faltan, y esperaremos expectantes una mayor concreción en el desarrollo y en los planteamientos de este programa. El diagnóstico que se hace en este programa de nues- tro Sistema educativo es acertado, así que no será impo- sible prescribir el tratamiento, siempre que no se caiga en la tentación de parchear aquí y allá. Las soluciones tienen que ser globales. Nos engañaríamos de no hacer- lo así y por enésima vez habríamos perdido la oportu- nidad real de mejorar la calidad de nuestra enseñanza. Dicen que de los errores también se aprende, y errores hay muchos, tantos que es totalmente lógico que nues- tro Sistema educativo ocupe el puesto 26 de los 34 esta- dos miembros de la OCDE, según el informe PISA. Reconocer que la educación pública ha dejado de con- tribuir a la promoción social debido a su reducido nivel de exigencia es una afirmación cierta que como socie- dad debería avergonzarnos. Nuestros jóvenes con el paso del tiempo nos pedirán cuentas al respecto. Lo creamos o no, somos culpables por omisión. Hemos cedido unos y otros. Hemos dejado a nuestros niños y adolescentes huérfanos de padres y de educa- dores. Sobre el papel (que todo lo aguan- ta) hablamos de promover valores como el esfuerzo, el mérito, el tra- bajo bien hecho, la autoexigencia, la responsabilidad o el respeto a la figura del profesor. Abordar estas cuestiones significa adquirir un compromiso de todas aquellas personas implicadas en el Sistema educativo, incluida la Administración. Este compromiso pasa por una combinación de responsabilidad y determinación, para no adoptar la postura más cómoda, con el fin de evitarse problemas, sino aquella que beneficie al alum- no en su formación. El chantaje al que algunos alumnos o grupos de alum- nos someten a sus profesores es un indicador claro de la fragilidad de nuestro Sistema y de su perversión. Se percibe fragilidad cuando se denuncia a un profesor/a por tener la osadía, en clase de Lengua, de hablar de la evolución de ciertas palabras del latín hasta nuestros días, o en la clase de Historia hacer mención de mate- máticos ilustres de la época enunciando sus teorías, por no hablar del profesor de Física al que se le recrimina por citar, como una fuente más de investigación, artí- culos que ha publicado en una revista científica, o la supuesta actitud de discriminación que utilizó el docen- te con aquel alumno que, después de haberle llamado varias veces la atención por reírse y hablar, le coloca en la última fila, o la gravísima falta de respeto que se infringe a un alumno al decirle que “deje de hacer el payaso”, porque está gesticulando y haciendo ruidos en clase. Que me cuenten si no es perverso que el profesor se vea cuestionado, recriminado y advertido. Que me cuenten por qué se permite desde la Administración que el profesor esté en una posición de inferioridad e inde- fensión ante padres y alumnos. Mejorar nuestro sistema educativo pasa por resolver cuestiones de gran calado: elegir a los mejores profe- sionales, dotar al profesorado de un estatuto docente, aumentar el nivel de exigencia, promover valores… Pero parar cerrar el círculo y que el Sistema funcione es pri- mordial devolver las competencias educativas a quien corresponde: al profesor. Inmaculada Suárez Valdés Coordinadora estatal del Defensor del Profesor Secretaria estatal de Comunicación de ANPE ¿Reforma valiente o más de lo mismo? D E F E N S O R D E L P R O F E S O R 13

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