Buzón de Alcance 166

N u e s t r a o p i n i ó n 3 E N la inauguración del año escolar en el CEIP “Fernando el Católico”, la directora del centro, Carmen Gutiérrez, en su intervención pidió permi- so para presumir del claustro y de los alumnos por los resultados obtenidos en las pruebas CDI, ya que habían superado la media de la Comunidad de Madrid. Parece un gesto simple y casi lógico. Es el reconocimien- to de una labor bien hecha, de un esfuerzo comparti- do. Es el disfrute de un objetivo alcanzado. Como afirma el célebre filósofo Martin Buber, “En la sociedad humana, en todos sus niveles, las personas se confirman unas a otras de modo práctico, en mayor o menor medida, en sus cualidades y capacidades perso- nales...”. Y eso fue lo que hizo la directora con su inter- vención: confirmar las cualidades del claustro. El descontento del profesorado que ha salido a mani- festarse se debe a muchas causas: las 20 horas, por lo que significan de menor contratación de interinos y por la presuposición de que no va a verse afectada la cali- dad de su trabajo por este aumento de horario lectivo, la reducción de programas educativos, las claras seña- les de una merma de apoyo a la educación pública, etc. Sin embargo, hay un factor que también es importan- te. El profesorado se siente ofendido por lo que supone una no valoración de su trabajo y esfuerzo dentro del aula. Ha percibido en las declara- ciones de las autoridades una falta de reconocimiento de su labor. Los docentes se han visto reflejados no como profesionales que entran en el aula con objetivos que lograr, sino como personas que no se implican y pasan el tiempo en sus clases sin gran- des metas que alcanzar. La Comunidad de Madrid se ha enorgullecido de los resultados obtenidos en el informe PISA, pero lo ha hecho como si se hubiesen logrado gracias casi a una intervención divina por su buena gestión. No han trans- mitido su agradecimiento o reconocimiento a los docen- tes de la Comunidad por su esfuerzo dentro de las aulas. Es casi como si no existiesen, como si los docentes no hubiesen tenido nada que ver con estos resultados. Y esto es la norma a la que nos tienen acostumbrados. Si hay éxitos, se deben a la gestión, pero no parece que haya nadie más involucrado. Nadie en las aulas ponien- do en práctica esas directrices. El filósofo y psicólogo William James escribió: “No podría idearse un castigo peor... que soltar a un indivi- duo en una sociedad y hacer que pasara totalmente des- apercibido para sus miembros”. Tal situación llevaría a la persona a una “pérdida de la mismidad”, que no es más que una traducción del término “alienación”. Los profesores han tenido esa sensa- ción de pérdida de mismidad, ya que si su labor no parece influir se les aliena de la percepción que ellos tie- nen de sí mismos como profesionales, como docentes. De poco sirven luego campañas de respeto y dignificación para el profe- sorado, si en lo fundamental de su labor se les transmite que no son un elemento clave. La Comunidad podría aprender un poco de algunos directores que apro- vechan sus intervenciones para ala- bar el esfuerzo de sus profesores en la consecución de objetivos, dándo- les el espacio que se merecen como profesionales de la educación que sí contribuyen a los resultados finales. Carolina Fernández del Pino Vidal Secretaria de Acción Social Mismidad de docente

RkJQdWJsaXNoZXIy ODE4NjI=