Buzón de Alcance 161

B u z ó n a b i e r t o 20 espera de él. Esto influye en su autoconcepto e, indi- rectamente, en su motivación para el rendimiento y el nivel de aspiraciones. 4.º Si la conducta y el rendimiento del alumno son cohe- rentes con lo que el profesor espera de él, la expec- tativa se refuerza. Pero en este proceso hemos de ser conscientes de varios sesgos que nos hacen formarnos unas primeras impre- siones erróneas de los alumnos. Veremos los más gene- ralizados. El efecto halo es uno de los sesgos que más afectan a las primeras impresiones. Se trata de un sesgo cogniti- vo según el cual unas características limitadas se apli- can al todo, aun cuando el resto de las características o habilidades no se relacionen con la evaluada. Por ejem- plo, si un niño es bonito, tendemos a pensar que es más inteligente; si sabemos que una persona está en trata- miento psiquiátrico, tendemos a ver indicios de patolo- gías mentales en sus actos normales. Otro sesgo es la analogía proyectiva , tendencia o fenó- meno por el cual, si percibimos a dos personas semejan- tes en algún aspecto, creemos que lo serán también en otros, aunque no lo hayamos verificado. Este raciocinio lo utilizamos diariamente en las interacciones comuni- cativas, en forma de presunción. El tercer sesgo es la generalización estereotipada , tendencia a percibir a las personas en base a los ras- gos que, según nuestras creencias, caracterizan a un determinado grupo o categoría social. En un Instituto, el profesor puede pensar que los adolescentes son rebeldes, con mal comportamiento y pasivos hacia los estudios, ignorando las diferencias individuales, a veces muy marcadas. Reflexionando sobre nuestra práctica docente, compro- bamos que tendemos a crearnos expectativas de éxito dis- tintas sobre cada alumno en función de lo que esperamos de él. Es más, el comportamiento, y el tipo y frecuencia de la comunicación del profesor varían según lo que espe- ra de sus alumnos. Esto marca el desarrollo académico y el rendimiento que pueden llegar a obtener. Cristina Gutiérrez Jefa de estudios CEIP “Antonio Machado”, de Fuenlabrada Las expectativas del maestro y su influencia en el rendimiento de los alumnos E L tema de las expectativas se enmarca en el con- texto educativo y, más específicamente, en la rela- ción maestro-alumno. Esta relación se caracteriza por una serie de rasgos que la convierten en única, si la comparamos con las demás relaciones interpersonales que mantenemos en nuestra vida social. Además, el maestro, como ser humano único, establece unas expec- tativas únicas también para cada alumno que trata de educar. Los profesores (sin diferenciar nivel educativo) se encuentran el primer día de clase con un grupo que puede o no conocerse de antes, con distintas culturas, edades, deficiencias, familias, formas de vestir… que dependiendo de sus prejuicios, características y expe- riencias previas comenzará a juzgar. En este momento empiezan a formarse las primeras impresiones, sin necesidad de intercambiar palabras. El maestro puede desconocer el potencial académico del alumno, pero empezará a pensar quién rendirá mejor o peor, y generará unas expectativas que pueden deter- minar el futuro desarrollo del alumno, si no es conscien- te de que este proceso tiene lugar. Las expectativas serían, entonces, un conjunto de cre- encias generalizadas, de impresiones que tenemos acer- ca de las personas o grupos sociales (Rogers, 1982). Por tanto, es necesario que exista una creencia firme y hacer predicciones con cierto grado de confianza. Tanto en un ámbito general como en el educativo en particular, si no fuésemos capaces normalmente de percibir y predecir la forma de actuación de otras personas, nuestras interac- ciones con ellas serían azarosas siempre (ensayo-error). El proceso presenta cuatro fases, que resumimos: 1.º El profesor desarrolla una expectativa prediciendo determinadas conductas y, específicamente, el rendi- miento del alumno, para lo cual necesita adquirir creencias y conocimientos acerca de él. 2.º Como consecuencia de la fase anterior, el profesor se comporta de manera diferente con cada alumno, en función de las expectativas que sobre él tiene for- madas y que debe comunicarle. Las actitudes que adopte el profesor ante el alumno determinarán el tipo de interacción. 3.º El alumno percibe el tratamiento que recibe del pro- fesor e infiere el comportamiento académico que se

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