Buzón de Alcance 161

B U Z Ó N A B I E R T O 19 Es verdad que estoy en la univer- sidad, una posición educativa tan importante como las otras: la infantil, la escolar o la secunda- ria. Y dentro de la universidad, en un departamento que tiene como objetivo de estudio y ense- ñanza la psicología del desarrollo y de la educación. Desde esta perspectiva me gustaría poder colaborar en el acercamiento de este sindicato nacional de profeso- res de educación a la misma universidad, no porque crea que otros sindicatos no hacen lo suficiente, soy cons- ciente de su dedicación, eficacia y capacidad, de lo mucho que han hecho y seguirán haciendo por esta ins- titución. Sólo desde el reconocimiento y respeto por los demás sindicatos podríamos abrir un nuevo camino, con una sensibilidad diferente, humilde y cercano a los pro- blemas de los profesores. A nadie se le escapa que empezamos a encontrar, en la universidad, problemas similares a los del resto de los compañeros que ejercen en otros niveles de formación. Por parte de un porcentaje cada vez más significativo del alumnado: indisciplina, desmotivación, absentismo, falta de atención a la labor educativa –que en algunos casos es considerada como un recurso meramente sus- titutorio o alternativo a la ausencia de trabajo–, pobre- za de conocimientos y de perspectivas de futuro. Sería injusto no señalar que también hay todavía suficien- te gente excelente que anima y da sentido a nuestra labor. Por parte del profesorado funcionario, que es el que por el momento mejor conozco: desconocimiento general de sus problemas, sobrecarga docente, escasa valoración de la calidad del trabajo realizado en las aulas, que poco vale para la promoción académica, retribuciones modes- tas en la mayoría de los casos, dificultades para poder investigar, por la falta de apoyo y de recursos, o para poder publicar en ciertas revistas de “privilegio”, autén- ticas agencias de calificación científica, que otorgan la aptitud para la promoción académica y, sobre todo, eco- nómica en forma de “sexenios de investigación”. Pero de todo esto nada diremos ahora. Bueno, ya estoy aquí y, si me dejan, he venido para que- darme. Tomás de Andrés Profesor Dpto. de Psicología del Desarrollo y de la Educación Universidad Complutense de Madrid “Permiso para entrar” L OS Marianistas me enseñaron en el colegio del Pilar que cuando alguien desea entrar en algún sitio lo primero que debe hacer es pedir permiso. Y así lo he hecho, en efecto, y lo he obtenido de D. Francisco Melcón Beltrán, presidente de ANPE-Madrid, a quien felicito cordialmente por su nueva responsabi- lidad en el sindicato, con el deseo de que se vaya agran- dando la incipiente amistad que mantenemos. Y una vez entrado en alguna parte, uno debe decir el motivo y la finalidad por los que ha llegado hasta allí. Hace ya algún tiempo que tuve la suerte de conocer a D. Fernando Jiménez Guijarrro, presidente de ANPE- Madrid desde 2004 hasta el actual 2010, que debido a su jubilación ha dejado su cargo. La verdad es que de una manera un tanto marginal, ya que nuestros espacios eran en un principio divergentes, fui conociendo de Fernando aspectos de su profesiona- lidad y su responsabilidad que me resultaron bastante atrayentes. Al principio con curiosidad, pero después con verdade- ro entusiasmo, descubrí en él una extraordinaria capa- cidad para la defensa de ideas e ideales cuya aplicación me parece de absoluta necesidad para los tiempos que corren. Fuerza, rigor, claridad y un discurso público atrayente y convincente forman parte de una verdadera vocación educativa. Cuando junto a él han intervenido persona- jes “más conocidos o reconocidos” en el mundo educa- tivo, no me ha cabido ninguna duda de que es quien mejor sabe llevar su mensaje reivindicativo y regenera- cionista al corazón y a la inteligencia de quienes tienen la fortuna de escucharlo. De él, pues, no sólo he aprendido sino que he querido aprender, porque creo firmemente en su mensaje de defensa de la autoridad y la dignidad del buen profesor, de su papel trascendental en la innovación y en la cali- dad de la enseñanza, en la necesidad de ésta para la recuperación científica, tecnológica, económica, moral y social de nuestro país y en la de reconstrucción de los mejores ideales educativos. Por eso es por lo que quiero estar aquí, y no para con- tinuar una labor que por parte de Fernando no sólo no ha acabado sino que aún le queda mucho por hacer. ¿Nos sorprenderá con un libro sobre el papel de la edu- cación en los tiempos que corren? No sé si lo ha pensa- do, lo que sí sé es que resultaría imprescindible.

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