Buzón de Alcance 160
B u z ó n a b i e r t o 23 bañarse. Sin embargo, acepto que te levantes los pan- talones hasta las rodillas y sumerjas los pies.” En el momento, por supuesto, no todo es tan simple. Pero la anécdota revela la dificultad que tienen los padres para decir “no”. Oscilando entre el autoritarismo y la permisividad, reconocen la necesidad de poner lími- tes a sus hijos. Pero, de hecho, muy pocos consiguen imponerse. Sin embargo, ¿todos hacen dejación de su función? “No, incluso se implican más que antes”, señala Philippe Jeammet 1 , psicoanalista y profesor de Psiquiatría del Niño y el Adolescente en la Universidad París-V. Pero carecen de los puntos de referencia. Sin consenso sobre cómo educar, se ven obligados a remitirse a sus propios valores para fijar límites.” Inventar nuevas formas de decir “no” Las cosas eran más fáciles antes. Bastaba con reprodu- cir la autoridad heredada de los padres. Todo el mundo se guiaba por principios comunes: los niños no hablan en la mesa, no reclaman, saludan a los mayores... Pero en una sociedad cada vez más individualista, cada fami- lia debe ahora inventar ex nihilo sus nuevas formas de decir que no. Una tarea bastante más delicada, ya que la situación del niño ha cambiado radicalmente. De simple “ser sin con- ciencia”, el pequeño se ha convertido, gracias en parte a Françoise Dolto, en una persona digna de respeto. Un ser singular también, dotado de facultades que deben des- arrollarse y florecer. “Esto exige la invención de una auto- ridad para un niño que se encuentra en pie de igualdad con los adultos, pero no en el mismo lugar –resume la psi- coanalista Claude Halmos 2 – . La educación de hoy consiste en fijar un límite y explicar por qué. El niño lo acepta mucho mejor si entiende el significado y la utilidad.” Un estudio realizado en EEUU y publicado este mes en la revista Child Development demuestra que a partir de los cuatro años los niños saben distinguir perfectamente una orden legítima, basada en la ley o la moral –no robar– de reglas arbitrarias, que afectan a su personalidad o sus gus- tos. Y desobedecen más fácilmente las segundas. “Lógico –confirma Claude Halmos–, pedir, por ejemplo, a un niño que se ponga un impermeable cuando llueve no puede resultar, en ningún caso, injusto. Exigirle que lleve un impermeable verde, color que odia, bajo pretexto de que es muy bonito, es probable que lo sea”. Las relaciones de poder Esta nueva forma de ejercer la autoridad requiere, más que de fuerza, de una reflexión profunda y fuertes con- vicciones personales. Debe quedar claro lo que se quie- re transmitir al futuro adulto o ciudadano. Y saber que, a pesar de todo, ¡no vamos a escapar de las relaciones de poder! “¿Por qué queremos evitarlas a toda costa? –se pregunta Felipe Jeammet–. La confrontación con un niño no es destructiva. Por el contrario, puede ser inclu- so estructurante”. Sin embargo, por temor a perder el afecto de sus hijos, muchos padres prefieren evitar el conflicto. E incluso, al sentirse débiles ante un futuro incierto, buscan apoyo y consuelo en sus hijos. Problema: ¿cómo, por lo tanto, oponerse a padres tan agradables? “Por ejemplo, los niños muestran su cons- ternación mediante una actitud casual y despreocupa- da –dice Philippe Jeammet–. Arrastran los pies, se pre- sentan a comer a último momento, no ordenan sus cosas, etc.” En resumen, para mantener su distancia, los adolescentes no tienen más remedio que practicar una forma de resistencia pasiva o, por el con- trario, exponerse al peligro (robo, drogas...). La función de los padres se ha vuelto más difícil y agotadora que antes, insiste Claude Halmos. Deben dosificar la firmeza y el diá- logo, mantener el límite cueste lo que cues- te, hasta la sanción si es necesario, refle- xionar sobre los fundamentos de cada norma... “El maltrato no es hoy la paliza, sino la falta de educación”, dice Claude Halmos. 1 Último libro publicado: Cartas a los padres de hoy (Bayard). 2 Autor de La autoridad explicada a los padres (Nil) y Crecer (Fayard).
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